Las pruebas de que el sida se transmitía por intercambio de “líquidos corporales” dieron pie a muchos malentendidos. Aun después de que los investigadores demostraron que la saliva no podía transmitir el sida, el miedo a los vasos usados, a compartir utensilios de comida y a besar persistió hasta bien entrada la década de 1980.